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La imaginería motora como terapia del movimiento

La imaginería motora consiste en el pensamiento del movimiento sin llegar realmente a realizarlo. Dejamos de lado la acción local del movimiento para centrarnos en como sucede ese movimiento en nuestro cerebro.

Lo increíble, y a la vez decepcionante, del cerebro es que al imaginarnos que una cosa está sucediendo se generan cambios neuroplásticos. Del mismo modo que si nos sucediese en realidad, pero con menor intensidad. 

Los gestos motores están definidos en nuestro cerebro a través de la activación de redes neuronales concretas, rutas que llevan alguna parte de nuestro cuerpo desde un punto A a un punto B. Por lo general, estas rutas son bastante eficientes, elegimos la ruta más corta y la que menos energía consume, como cuando nuestro teléfono móvil calcula la ruta más eficiente para llegar a cierto lugar. Si ese movimiento, además, es un gesto que hemos perfeccionado mucho, como por ejemplo un tenista su golpe de raqueta, el movimiento será todavía más eficiente. Habrá diseñado en el cerebro una ruta de redes neuronales que consiguen un movimiento perfecto.

Este es el motivo por el que durante las terapias acostumbramos a buscar movimientos y actividades funcionales, reconocibles para nuestras redes neuronales que han diseñado automatismos para ciertos movimientos. Después de esta activación buscaremos otros parámetros como la repetición o la intensidad, pero eso viene después.

Por tanto, a través de la imaginería motora trabajamos esa activación de redes neuronales que se produce cuando observamos a otra persona haciendo el movimiento, o cuando nos imaginamos a nosotros mismos realizándolo, exactamente las mismas que cuando lo hacemos.

La terapia consta de varias fases; discriminación lateral, imaginería motora y terapia en espejo. En primer lugar llevamos a cabo la discriminación lateral. Consiste en distinguir si una serie de fotografías de partes corporales corresponden al lado derecho del cuerpo o al lado izquierdo.

Esta tarea implica, ver la imagen, orientarla en el espacio y comparar si se parece a mi lado derecho o izquierdo del cuerpo. Por el camino hemos realizado un trabajo de esquema corporal importante. Además de haber tenido que imaginar la posición en nuestro cuerpo para determinar a qué lado corresponde. Finalmente, hay que emitir un veredicto que supone un trabajo importante de inhibición.

¿Cuántos de nuestros pacientes tienen en el movimiento una falta de inhibición?

Síntomas como el temblor o la espasticidad podrían ser una prueba de ello.

La segunda fase de la terapia corresponde a la imaginería motora de la que ya hemos hablado. En Nodos la aplicamos en numerosas ocasiones a través de la realidad virtual. Sobre todo en aquellos pacientes que les resulta más compleja la compresión de la tarea. Las posibilidades son infinitas, avanzando desde movimientos sencillos a otros más complejos y eficientes, prestando atención a que sean significativos para la persona.

Finalmente, tras activar las redes neuronales con los pasos anteriores utilizamos la terapia en espejo para “engañar” al cerebro. Consiste en posicionar la parte del cuerpo más afecta tras el cristal mientras vemos la contralateral reflejada en el espejo. Solicitamos al paciente que haga un movimiento con la extremidad sana y mire con atención al reflejo. De este modo simulamos que ambos lados se mueven bien y enviamos esta información al cerebro.